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21 de febrero de 2016

Diario de Campo. Estudios del performance: Quiebres e itinerarios

Diario de Campo. Estudios del performance: Quiebres e itinerarios
Presentación de la revista en el Colegio de San Luis
Por: Eleno Guzmán Gutiérrez

Antes de comenzar a leer la revista Diario de campo en su edición dedicada a los Estudios del perfomance: quiebres e itinerarios, mi relación con el concepto de performance era más bien de respeto y distancia dada la idea que me había construido a partir de lo que he podido presenciar en el Centro de las Artes de San Luis Potosí en festivales como Transmuted e Interferencias, organizados por Juan Martín Cárdenas, promotor incansable del performance en San Luis Potosí; y recientemente, por lo vivido en el encuentro EFUSIÓN, con el performance/concierto de tecnología neuronal realizado por el artista italiano Giorgio Sancristóforo, que consistía en conocer a cada uno de los espectadores y darles un abrazo, mientras se proyectaba en tiempo real la actividad neuronal de sus emociones, a modo de escala sonora y luz de color.

Sin embargo, en los últimos años me ha sido muy familiar, casi muletilla, el concepto de lo performativo o performático, para referirme a todo aquello que en la escena contemporánea (mi ámbito de saber) permite la irrupción de lo real, en términos de fisicalidad, o bien, de improvisación detonada por la interrelación con el espectador. Lo performático entendido como algo vivo, aunque siempre ambiguo dada su paradójica existencia como hecho real dentro de un ámbito representacional. 

Sin embargo, los ensayos contenidos en la revista vienen a revelar desde la etimología básica del nombre y su devenir transcultural hasta definiciones que lo describen, según la introducción de Anne Johnson y Adriana Guzmán como “un concepto deslizante, que construye lazos, que emerge de un conjunto de preocupaciones en distintas disciplinas vinculadas con el arte, la política, las identidades y las relaciones sociales en la modernidad.”

Definiciones tan tempranas como esta hicieron que me comenzara a sentir en casa pues los programas académicos que dirijo en el área de Artes Escénicas del CEART·SLP tienen objetivos igualmente deslizantes, como es el caso del Seminario: Teatralidades y ciudadanía y el Laboratorio de prácticas expandidas, que desde hace dos años ofrecemos en el área de Teatro y que buscan desplazar los paradigmas escénicos convencionales hacia nuevos ámbitos de acción, que desborden sus propias fronteras disciplinares y ambituales, permitiendo su puesta en práctica en la esfera pública. Entonces aparece el término de teatralidad, que según el ensayo titulado Performance: entre el teatro y la antropología de Antonio Prieto y Martha Toriz, incluido en la revista, “parte de las nociones de representación, mímesis, actuación e histrionismo, propias del teatro para extenderlas al análisis de otras prácticas en el campo de lo cultural, lo social y lo político”. 

Otra de las explicaciones que me sedujo fue la que nos invita a “prestar atención a las prácticas que son performances según la aceptación de sus participantes en un contexto cultural en particular, o ver las prácticas como performances, lo cual implica la aplicación de una lente epistemológica y metodológica”. Esta sutil diferenciación me parece que dibuja la complejidad del término en tanto su posibilidad de ser el objeto de estudio o bien el lente metodológico a través del cual mirar su propia fenomenología.

Páginas adentro, viene a ser Dwight Conquerwood quien hace un planteamiento triádico que invita a defender “la importancia de pensar/hacer el performance en tres planos articulados: la imaginación (el arte, la creatividad), la interrogación (el análisis, la crítica) y la intervención (el activismo y la ciudadanía)”. Para entonces la idea de performance con la que comencé a leer este diario de campo comenzó a desdoblar sus cualidades rizomaticas, alcanzando a rozar ámbitos que parecieran fuera de su alcance como los recién mencionados: activismo y  ciudadanía. 

Por otro lado, Diana Taylor propone que “el performance es, a la vez que un acto vivo, un medio para la transmisión de memoria cultural” y avanza en su definición al considerarlo un “sistema de aprendizaje, almacenamiento y transmisión del conocimiento”. De este modo el performance se vuelve una práctica que fisicaliza el conocimiento; y a mi parecer no hay nada más abductivo y enriquecedor para cualquier espectador que aquellas prácticas performáticas que fungen como puente transmisor de ideas y no precisamente como narradoras de historias que matan su potencial metafórico en su propia enunciación.

Y no puedo dejar de mencionar a Ileana Diéguez, quien además de ser una de mis maestras, ha formado parte de mi equipo docente en el Seminario antes mencionado. Ella reflexiona sobre aquellos “artistas que pueden ser vistos como “entes liminales” en tanto que son la expresión del estado fronterizo de los artistas/ciudadanos que desarrollan estrategias artísticas para intervenir en la esfera pública; artistas que se mueven entre el compromiso estético y ético”. 

Por un lado la idea del artista/ciudadano me parece que disloca el concepto de actor y permite el arribo del término de performer, también discutido en alguno de los ensayos de la revista; y por otro lado, el salto de lo estético a lo ético, me parece que es una necesidad y urgencia como ciudadanos de este país, más que una posible estrategia artística. 

Y es desde ese espacio ético a través del cual me iré acercando a la conclusión de este breve texto, citando la idea de Pedro Ovando de que “ante la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa asistimos a la conformación de un símbolo, es decir asistimos a la configuración de una trama de actitudes, historias, narrativas y relaciones que movilizan discursos y acciones. Los símbolos que los rodean conjuran su presencia a la vez que su ausencia. Como seres liminares, los 43 desaparecieron de manera física, mas no simbólica; están vivos y muertos al mismo tiempo.

Dicho lo anterior, no podría concluir sin antes nombrar y hacer aparecer a una amiga y colega de la danza, productora del Festival Internacional 4x4, inteligente, amorosa, culta y activista. Hermana de mis carnales Shantí y Sendic, devenida también en símbolo, la 44, como los números de su festival. 

Querida NADIA VERA, te nombro, por la digna memoria de tu recuerdo. 

Eleno Guzmán Gutiérrez
San Luis Potosí, 21 de enero de 2016



8 de noviembre de 2015

El pensamiento coreográfico de Wayne McGregor

El pensamiento coreográfico de Wayne McGregor
Wayne McGregor es un reconocido coreógrafo inglés, director de la compañía Random Dance y coreógrafo en residencia tanto del Royal Ballet de Londres como del poderoso teatro de la danza Sadler's Wells de la misma ciudad. Continuamente colabora con especialistas de psicología, neurociencias y ciencias cognitivas en investigaciones que buscan medir y analizar cómo es que el cerebro trabaja en los procesos creativos. 
También se le conoce por montar la coreografía del video de "Lotus flower" de Radiohead en el que Thom Yorke baila de manera muy singular y de "Ingenue" de Atoms for Peace (proyecto como solista de Yorke), en el cual hace un dueto con la bailarina Fukiko Takase.
En este video de las famosas pláticas TED, Wayne McGregor nos muestra los cuerpos de los bailarines como poderosas máquinas abductivas, capaces de generar traducciones inmediatas de signos materiales en signos físicos, evidenciando el milagroso proceso de la escritura de movimiento en escasos 15 minutos. 
Vale la pena verlo, aunque valdría más la pena descubrir que este tipo de pensamiento no es exclusivo de los coreógrafos, sino una inteligencia humana que todos deberíamos practicar y poner en acción en nuestras vidas cotidianas. De este modo, el mundo sería una danza constante de ideas propias y de coreografías vivas.
Dijeran los TED, es una idea que vale la pena compartir. 

5 de noviembre de 2015

Meg Stuart recibió el Grand Prix de la Danse de Montreal 2014

Foto: http://www.houseonfire.eu
Meg Stuart, directora de la compañía Damaged Goods recibió el Grand Prix de la Danse de Montreal 2014, tras haber presentado su obra Built to Last en el Festival TranAmerique en mayo de 2014. Este premio creado por Marie Chouinard se le entrega a aquellos coreógrafos que con su lenguaje y estéticas han hecho grandes contribuciones a la danza contemporánea internacional.

Aquí les comparto un video con algunos fragmentos de su obra:


MEG STUART [2014] from PRIX DE LA DANSE DE MONTRÉAL on Vimeo.

Por cierto, Meg Stuart/Damaged Goods estará en México y presentará la obra Built to Last el 7 y 8 de noviembre de 2015 @ DF y el 12 de noviembre @ San Luis Potosí, aquí el link con la información completa sobre la obra en español: http://bit.ly/MegStuart_BuiltToLast


Built to Last - Meg Stuart/Damaged Goods from Damaged Goods on Vimeo.

17 de octubre de 2015

XVIII Festival Internacional de Danza Contemporánea "Onésimo González" | Cartel y programa general

Queridos colegas, les comparto el cartel y programa oficial del XVIII FESTIVAL INTERNACIONAL DE DANZA CONTEMPORÁNEA "ONESIMO GONZÁLEZ", el cual tendrá lugar del 23 de octubre al 1º de noviembre de 2015 @ Guadalajara, Jalisco. 
En esta edición formé parte del COMITÉ CURATORIAL y coordinaré el LABORATORIO DE LA MIRADA del 23 al 25 de octubre (10:00 a 14:00 h) con la intención de compartir herramientas analíticas para generar textos críticos e inteligentes sobre las obras programadas.
El festival está dedicado a la memoria de nuestra colega y amiga: NADIA VERA, productora del Festival Internacional Cuatro X Cuatro/ arte escénico, quien fuera la curadora de la edición XVI de este mismo festival y quien aún tendría que estar viva y bailando con nosotros.

16 de octubre de 2015

ACTO DE FE: El punto cero de la danza nacional

ACTO DE FE: El punto cero de la danza nacional

Artículo original publicado en la sección Escenarios del Cuerpo de la Revista mexicana de teatro Paso de Gato. Por: Eleno Guzmán Gutiérrez


No lo buscaba, sin embargo, al encontrarme en medio de un aplauso eufórico dedicado a los participantes seleccionados por el Festival de sorpresas escénicas: CATAPULTA bajo el marco del 2º Encuentro Nacional de Danza (END) @ Torreón 2015, el pensamiento de que algo importante estaba pasando me estremeció y de pronto llegó como respuesta, la sensación de que estaba justo en medio del punto cero de la danza nacional. En ese momento, esbocé la idea en mi cuaderno y tras dos puntos escribí: la ingenuidad.

El referente más inmediato define la ingenuidad como falta de malicia y de experiencia, al tiempo que muestra sinceridad, inocencia, sencillez, o bien, ausencia de sofisticación.

Es posible que las obras que se presentaron esa tarde correspondían en algún sentido a la definición descrita, sin embargo, la reacción del público, conformado en su mayoría por colegas de la comunidad dancística, lanzó con euforia el mensaje de que lo visto era lo más emocionante, vivo y honesto que habían presenciado en el END, ya en su penúltimo día de actividades. Entonces me di cuenta que no fue la supuesta ingenuidad que percibí en su trabajo lo que llamó mi atención, sino el fenómeno escénico completo, conformado por los observadores y lo observado, en este caso artistas de la danza festejando a otros artistas de la danza; es decir, un acto de generosidad poco común en nuestro gremio. Ese gesto colectivo, despertó mis sentidos y supe que escribiría algo al respecto.

Visto a la distancia, puedo decir que ocurrió lo siguiente: la comunidad dancística, colmada de alegría ante las obras cortas de un cuarteto de grupos emergentes, que aún sin mayor complejidad en sus planteamientos discursivos, se mostraron potentes y arriesgados, irreverentes y confiados, plenos; eso, en un encuentro organizado bajo una de las peores crisis de las que tenga memoria en términos de recortes presupuestales para la danza; ligado a un Premio Nacional que fue generado más dudas que emociones en relación al quehacer de los coreógrafos consolidados; y como sede, una ciudad secuestrada, en un país donde los cuerpos han dejado de bailar para seguir desapareciendo ante nuestros ojos.

Todo eso me hizo pensar que estábamos ante lo que podríamos llamar un acto de fe en el otro y que Torreón nos regalaba un momento de esperanza colectiva, que nos hizo imaginar juntos un futuro posible, inédito, sostenido en la idea de convivencia y encuentro; aceptándonos en la diferencia implícita entre lo nuevo que emerge de lo establecido que le antecede.

Por decirlo de algún modo, el desierto que nos rodeaba nos hizo granos de la misma arena, desvaneciendo jerarquías y pretensiones. El desierto y sus fuertes vientos nos hicieron bailar juntos una danza horizontal en la que aún era posible improvisar nuevos movimientos, sin protagonismos, ni virtuosismos innecesarios. La danza de esos jóvenes nos envolvió en una pureza que confundí con ingenuidad; su candor fue tal que por un momento habitamos el futuro, sostenido  en ese gesto de confianza por lo nuevo, por lo emergente. Entonces supe que Torreón y su desierto habían provocado una experiencia humanamente importante en nuestra comunidad, quizá más fuerte que la vivida por sus propios habitantes.

A modo de conclusión podría decir que el punto cero de la danza es un espacio en el cual es posible volver a creer en el otro, como un ejercicio de generosidad entre seres humanos; pero también como un espacio en el que aún es posible bailar con la gente, con sus ideas y su tiempo; para volver a generar empatías, euforia y nuevos pensamientos, como los que nos provocó CATAPULTA y sus sorpresas escénicas.

Eleno Guzmán Gutiérrez / San Luis Potosí, Junio 2015