16 de octubre de 2015

ACTO DE FE: El punto cero de la danza nacional

ACTO DE FE: El punto cero de la danza nacional

Artículo original publicado en la sección Escenarios del Cuerpo de la Revista mexicana de teatro Paso de Gato. Por: Eleno Guzmán Gutiérrez


No lo buscaba, sin embargo, al encontrarme en medio de un aplauso eufórico dedicado a los participantes seleccionados por el Festival de sorpresas escénicas: CATAPULTA bajo el marco del 2º Encuentro Nacional de Danza (END) @ Torreón 2015, el pensamiento de que algo importante estaba pasando me estremeció y de pronto llegó como respuesta, la sensación de que estaba justo en medio del punto cero de la danza nacional. En ese momento, esbocé la idea en mi cuaderno y tras dos puntos escribí: la ingenuidad.

El referente más inmediato define la ingenuidad como falta de malicia y de experiencia, al tiempo que muestra sinceridad, inocencia, sencillez, o bien, ausencia de sofisticación.

Es posible que las obras que se presentaron esa tarde correspondían en algún sentido a la definición descrita, sin embargo, la reacción del público, conformado en su mayoría por colegas de la comunidad dancística, lanzó con euforia el mensaje de que lo visto era lo más emocionante, vivo y honesto que habían presenciado en el END, ya en su penúltimo día de actividades. Entonces me di cuenta que no fue la supuesta ingenuidad que percibí en su trabajo lo que llamó mi atención, sino el fenómeno escénico completo, conformado por los observadores y lo observado, en este caso artistas de la danza festejando a otros artistas de la danza; es decir, un acto de generosidad poco común en nuestro gremio. Ese gesto colectivo, despertó mis sentidos y supe que escribiría algo al respecto.

Visto a la distancia, puedo decir que ocurrió lo siguiente: la comunidad dancística, colmada de alegría ante las obras cortas de un cuarteto de grupos emergentes, que aún sin mayor complejidad en sus planteamientos discursivos, se mostraron potentes y arriesgados, irreverentes y confiados, plenos; eso, en un encuentro organizado bajo una de las peores crisis de las que tenga memoria en términos de recortes presupuestales para la danza; ligado a un Premio Nacional que fue generado más dudas que emociones en relación al quehacer de los coreógrafos consolidados; y como sede, una ciudad secuestrada, en un país donde los cuerpos han dejado de bailar para seguir desapareciendo ante nuestros ojos.

Todo eso me hizo pensar que estábamos ante lo que podríamos llamar un acto de fe en el otro y que Torreón nos regalaba un momento de esperanza colectiva, que nos hizo imaginar juntos un futuro posible, inédito, sostenido en la idea de convivencia y encuentro; aceptándonos en la diferencia implícita entre lo nuevo que emerge de lo establecido que le antecede.

Por decirlo de algún modo, el desierto que nos rodeaba nos hizo granos de la misma arena, desvaneciendo jerarquías y pretensiones. El desierto y sus fuertes vientos nos hicieron bailar juntos una danza horizontal en la que aún era posible improvisar nuevos movimientos, sin protagonismos, ni virtuosismos innecesarios. La danza de esos jóvenes nos envolvió en una pureza que confundí con ingenuidad; su candor fue tal que por un momento habitamos el futuro, sostenido  en ese gesto de confianza por lo nuevo, por lo emergente. Entonces supe que Torreón y su desierto habían provocado una experiencia humanamente importante en nuestra comunidad, quizá más fuerte que la vivida por sus propios habitantes.

A modo de conclusión podría decir que el punto cero de la danza es un espacio en el cual es posible volver a creer en el otro, como un ejercicio de generosidad entre seres humanos; pero también como un espacio en el que aún es posible bailar con la gente, con sus ideas y su tiempo; para volver a generar empatías, euforia y nuevos pensamientos, como los que nos provocó CATAPULTA y sus sorpresas escénicas.

Eleno Guzmán Gutiérrez / San Luis Potosí, Junio 2015

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