ACTO DE FE: El punto cero de la danza nacional
Artículo original publicado en la sección Escenarios del Cuerpo de la Revista mexicana de teatro Paso de Gato. Por: Eleno Guzmán Gutiérrez
No lo
buscaba, sin embargo, al encontrarme en medio de un aplauso eufórico dedicado a
los participantes seleccionados por el Festival de sorpresas escénicas:
CATAPULTA bajo el marco del 2º Encuentro Nacional de Danza (END) @ Torreón
2015, el pensamiento de que algo importante estaba pasando me estremeció y de
pronto llegó como respuesta, la sensación de que estaba justo en medio del
punto cero de la danza nacional. En ese momento, esbocé la idea en mi cuaderno
y tras dos puntos escribí: la ingenuidad.
El referente
más inmediato define la ingenuidad como falta de malicia y de experiencia, al
tiempo que muestra sinceridad, inocencia, sencillez, o bien, ausencia de
sofisticación.
Es posible
que las obras que se presentaron esa tarde correspondían en algún sentido a la
definición descrita, sin embargo, la reacción del público, conformado en su
mayoría por colegas de la comunidad dancística, lanzó con euforia el mensaje de
que lo visto era lo más emocionante, vivo y honesto que habían presenciado en
el END, ya en su penúltimo día de actividades. Entonces me di cuenta que no fue
la supuesta ingenuidad que percibí en su trabajo lo que llamó mi atención, sino
el fenómeno escénico completo, conformado por los observadores y lo observado,
en este caso artistas de la danza festejando a otros artistas de la danza; es
decir, un acto de generosidad poco común en nuestro gremio. Ese gesto
colectivo, despertó mis sentidos y supe que escribiría algo al respecto.
Visto a la
distancia, puedo decir que ocurrió lo siguiente: la comunidad dancística,
colmada de alegría ante las obras cortas de un cuarteto de grupos emergentes,
que aún sin mayor complejidad en sus planteamientos discursivos, se mostraron
potentes y arriesgados, irreverentes y confiados, plenos; eso, en un encuentro
organizado bajo una de las peores crisis de las que tenga memoria en términos de
recortes presupuestales para la danza; ligado a un Premio Nacional que fue
generado más dudas que emociones en relación al quehacer de los coreógrafos
consolidados; y como sede, una ciudad secuestrada, en un país donde los cuerpos
han dejado de bailar para seguir desapareciendo ante nuestros ojos.
Todo eso me hizo pensar que estábamos ante lo que podríamos llamar un acto
de fe en el otro y que Torreón nos regalaba un momento de esperanza colectiva,
que nos hizo imaginar juntos un futuro posible, inédito, sostenido en la idea
de convivencia y encuentro; aceptándonos en la diferencia implícita entre lo
nuevo que emerge de lo establecido que le antecede.
Por decirlo de algún modo, el desierto que nos rodeaba nos hizo granos de la
misma arena, desvaneciendo jerarquías y pretensiones. El desierto y sus fuertes
vientos nos hicieron bailar juntos una danza horizontal en la que aún era
posible improvisar nuevos movimientos, sin protagonismos, ni virtuosismos
innecesarios. La danza de esos jóvenes nos envolvió en una pureza que confundí
con ingenuidad; su candor fue tal que por un momento habitamos el futuro,
sostenido en ese gesto de confianza por
lo nuevo, por lo emergente. Entonces supe que Torreón y su desierto habían
provocado una experiencia humanamente importante en nuestra comunidad, quizá más
fuerte que la vivida por sus propios habitantes.
A modo de conclusión podría decir que el punto cero de la danza es un
espacio en el cual es posible volver a creer en el otro, como un ejercicio de
generosidad entre seres humanos; pero también como un espacio en el que aún es
posible bailar con la gente, con sus ideas y su tiempo; para volver a generar
empatías, euforia y nuevos pensamientos, como los que nos provocó CATAPULTA y
sus sorpresas escénicas.
Eleno Guzmán Gutiérrez / San Luis Potosí, Junio 2015